viernes, 10 de octubre de 2008

DOCUMENTOS, por favor


En toda obra literaria hay, inevitablemente, un reflejo de la personalidad de quién la ha producido. Y si la obra es de carácter narrativo ocurre con mucha frecuencia que el lector interprete lo narrado como si fuese un relato autobiográfico. Algo de autobiografía se da de cualquier modo en toda novela y ésta no es la excepción.
Pero el reflejo de la realidad personal, la reproducción de algunos hechos concretos objetivos de su vida, sus emociones íntimas, frustraciones, anhelos, temores, fantasías y sueños de quién escribió este libro pueden ser desviados por quién sabe cuantos arrebatos literarios.
Contar lo que no está, me preguntaba cómo hacerlo, si de verdad iba a poder explicar esas ausencias, los abismos que se presentan en el preciso momento de la vida en el que necesariamente nos preguntamos qué pasó en ese instante que duró años y no nos dimos cuenta que algo había sobrevenido. Me agobiaba la sola perspectiva de tener que explicar. La única salida era dejar hacer al tiempo lo que el tiempo mismo impusiera. De pronto, ya no quise dejar que haga su quimera y encontré una salida: palabras para elaborar la angustia de aquellas imágenes borrosas dejando que fluyan hacia lo literario.
Una novela que cuenta los recuerdos de un hombre, hoy con 35 años, que vivió el golpe y su herencia con ojos de niño, lejos de cualquier trinchera o despacho oficial, lejos de la militancia o de la represión, sin embargo cerca del dolor y de la cruel y oculta realidad de las torturas y desapariciones.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Viento


Sólo los árboles conversaban con el viento. Pensaba: ¡Qué hermoso es el viento!, robusto y sereno a la vez. Sus conversaciones secretas con los paisajes, las palabras que lleva hacia todo destino. También se lleva el dolor.
Cuando era chico me enseñaron que en los momentos de desconsuelo me fuera a algún lugar donde el viento soplara fuerte, y lo dejara que me acaricie la cara, conversara con el de aquellas cosas que me angustiaban, y así, al poco tiempo desaparecería la tristeza. ¿Quién puede negar que el viento nos habla?